06 mayo 2007

Kasparov

Vuelvo nuevamente con Mark Ames y The eXile. En un artículo del 20 de abril relativo a las protestas que habían tenido lugar el fin de semana anterior en Moscú, ampliamente expuestas por la prensa occidental.

The eXile había planeado cubrir sobre el terreno las protestas del último fin de semana de una manera diferente a los demás. Parte de nuestro plan era contar historias personales de algunos de los manifestantes, para descubrir quiénes eran realmente estos héroes de la democracia: qué comen, cómo hablan, en qué parte de la ciudad viven, dónde compran, cuál es su postura sexual preferida, qué grupos musicales escuchan, etc. Lo que queríamos era saber qué clase de rusos están dispuestos a arriesgar su futuro, y tal vez su vida para seguir, no a Gandhi, a Vaclav Havel, ni siquiera al envenenado Viktor Yuschenko de 2004 sino a ... Garri Kasparov, un excéntrico ajedrecista judío de Azerbaiyán. Algo más: ¿tiene en realidad Kasparov seguidores fuera de la prensa occidental? ¿O no hay más que humo y espejos, unos cuantos nacional-bolcheviques, estudiantes pagados y la habitual colección de irritados manifestantes de la época de la perestroika? Dado el grado de popularidad de Vladimir Putin, y la mala fama asociada a lo "liberal" o "prooccidental" después del desastroso gobierno de Yeltsin, es difícil de creer que las protestas del sábado sean una verdadera amenaza. O incluso que sean reales.

Lo que nos revelaron las protestas del pasado sábado en Moscú fue que la historia es más interesante y compleja de los que habríamos esperado. Hubo demasiada adrenalina y urgencia, demasiado sentimiento de que algo intangible estaba teniendo lugar. Si redujéramos todo a las vidas mundanas de una pareja de los que protestaban el sábado, no habría sido divertido, y lo más importante, no habría revelado nada. Lo que está sucediendo es potencialmente demasiado serio. Es la siembra potencial de algo muy profundo, que es una auténtica amenaza para el régimen de Putin.

Una historia como esta es muy difícil de llevar. Por un lado los medios de comunicación occidentales han desarrollado una línea partidaria sospechosamente uniforme, mostrando el naciente movimiento de protestas en Rusia en unos términos ridículamente simplistas. Quien no conoce Rusia pensará, al escuchar las historias de la Fox o la CNN que el movimiento de protestas y sus líderes son los herederos de una larga línea de escenarios de blanco y negro, héroe contra villano, con unos buenos "idealistas" pro-democracia de un lado (similares a los manifestantes anticomunistas de finales de los años 80, o las recientes revoluciones de colores), y del otro lado los malvados autoritarios anti-occidentales, con sus perros de ataque paramilitares.

Esto es lo que se está contando a los consumidores occidentales, una fábula que dispara la aguja del detector de mentiras de una manera que exige que the eXile la desacredite. Pero entonces te das cuenta... si dedicas tu energía a desacreditar el actual movimiento de protestas, que es tan frágil y está sometido a tantos peligros, ¿de qué cojones vas a ser partidario? ¿qué estás defendiendo? ¿el semiautoritarismo? ¿un régimen cuyo mayor logro es que es simplemente menos destructivo que el régimen de Yeltsin? Estasis, corrupción, la dirección de burócratas e imbéciles con gusto estúpidamente caro? ¿Hasta qué punto tus espectativas para Rusia se mueven eternamente comparando Putin con los horrores de Yeltsin y la complicidad de occidente es ese crimen gigante y no reconocido? ¿Hasta qué punto esperas más de la cultura política rusa que quejas y manía persecutoria o lo más positivo del tipo "Putin no es tan malo como..."? ¿Qué se puede decir positivamente del actual régimen y la dirección que está tomando la civilización rusa? ¿Qué puede ofrecer la civilización de Putin al mundo?

Esto es lo que hay en el corazón del movimento de protesta: una cuestión de espectativas, y de dignidad personal. Las cuestiones existenciales que pueden parecer abstractas para los observadores que dicen que los rusos quieren estabilidad y comida, pero de hecho, estos asuntos son una cuestión de religión. Y por eso suponen una amenaza profunda para la sociedad que ha creado el presidente Putin, y que espera que continúe una vez que abandone el cargo el próximo año.

Lo primero de todo: ¿qué está mal en el movimiento de protesta que se está vendiendo a occidente? Gary Kasparov, el hombre al que se está convirtiendo en el próximo Nelson Mandela es lo que está mal. Seguramente ustedes no han leído nada de esto en ninguna parte (salvo que lean en el mundo de los bloggers rusos), pero Kasparov está intimamente unido a lo más vil de los neocons estadounidenses, es un miembro VIP de su red de influencia política, y eso es siempre un mal comienzo. Lo más extraño es que nadie en los medios de comunicación importantes en occidente ha tocado el tema de las conexiones neocon de Kasparov.

Gary Kasparov es una figura política menor en su país, pero tiene un acceso ilimitado a todos los medios de comunicación importantes en occidente. Cuanto más de derechas es el medio, es más pro-Kasparov. Un ejemplo: The Wall Street Journal identifica ahora a Kasparov como editorialista del periódico, porque es un colaborador habitual desde hace tiempo. La agenda neocon de Cheney, descrita en el Proyecto por un nuevo Siglo Americano, llama a oponerse a Rusia y a mantenerla débil para controlar los recursos del mar Caspio y para prevenir la aparición de un rival potencial de los EEUU. Esta agenda describe exactamente la página de opinión del Wall Street Journal. El periódico es estridentemente anti-Putin, sobre todo desde el arresto del anterior dueño de Yukos, Mijail Jodorkovski, un arresto que fue un ataque a los grandes intereses petroleros de los USA.

Mucho más preocupante que el estatus de Kasparov como "contributing editor" de he Wall Street Journal, incluso cuando el propio periódico aumenta su papel en el movimiento de protesta, son sus lazos de unión con la maquinaria política de la extrema derecha. Concretamente Kasparov es, o era, miembro del Centro neo-con Center for Security Policy. En su Declaración de intenciones, este think-tank dice que "es partidario de la filosofía probada por el tiempo de pormocionar la paz internacional a través de la fuerza de los USA". Y Kasparov no es un miembro cualquiera, fue miembro del Consejo COnsultivo de Seguridad Nacional del CSP, un grupo interno de trabajo dirigido por el ex-jefe de la CIA James Woolsey. Es un grupo con contactos en el Pentágono. La lista de miembros del CSP se lee como un Who is who de la élite neo-con: junto con Woolsey están Richard Perle, Douglas Feith, Elliott Abrams y Frank Gaffney, y fue muy influyente no solo en la formulación de la desastrosa estrategia imperial del presidente Bush en su primer mandato sino también en presionar para rechazar el tratado ABM, un movimiento que fue en muchos sentidos el comienzo de la separación entre Rusia y los USA.

Los medios de comunicación occidentales aún tienen que informar del papel de Kasparov en el Center for Security Policy. Y la organización ha hecho todo lo posible por borrar a Kasparov de su historia. El nombre de Kasparov no aparece ya en la página web del CSP, sin embargo se puede encontrar a través de la wikipedia, donde se pueden ver las páginas retiradas. ¿Por qué intentan borrar el pasado?

Un motivo por el que el nombre de Kasparov ha sido retirado tiene que ver con un conflicto de inteses. Tras las protestas del último fin de semana, el Wall Street Journal no sólo sacó su indignante puño a favor de su editorialista Kasparov, sino que el Washington Times y otros periódicos también imprimieron una pieza condenatoria pro-Kasparov, escrita nada menos que por Frank Gaffney, el fundador del Center for Security Policy. No Gafney ni el Washington Times han mencionado sus lazos con Kasparov.